Hombres que ejercen violencia y la práctica de la externalización, un riesgo para asumir la responsabilidad.
La violencia es un problema tan común, que se le percibe a menudo como parte inherente a la humanidad, sin embargo, es un hecho ineludible que la debemos atender y prevenir. Ante esta situación la Organización Mundial de la Salud (OMS), tiene la responsabilidad de instar a sus miembros al desarrollo de programas de salud pública encaminados a prevenir la violencia, por lo que en 1996 declaró que la violencia es un importante problema de salud pública en todo el mundo. (OMS, 2012)
Existen varios tipos de violencia, pero la violencia contra las mujeres es una problemática en el mundo y nuestro país que se destaca por su magnitud e impacto en la vida de las mujeres y sus familias; ante ello, varios estudios han mostrado que el principal agresor es el esposo o pareja. Algunos autores refieren que cuando el hombre se percibe que es amenazado, se siente sin poder o ha perdido el control de la situación, busca reafirmación y utiliza medios rápidos disponibles como lo es la violencia, la cual le brinda una vivencia temporal de “poder o superioridad”. (Vargas, 2010)
Lo anterior muestra que el problema de violencia de pareja requiere atención, por ello, hoy en día se trabaja en múltiples acciones, entre ellas la intervención con psicoterapia. La terapia psicológica se puede proporcionar desde muchas teorías; un modelo es la Terapia narrativa, la cual se vale de múltiples elementos para su trabajo terapéutico, entre ellos la externalización, que es una práctica que utilizan los terapeutas para lograr externalizar el problema y que la persona tenga más espacio para crear una identidad diferente a la que el problema propone. (Tarragona, 2006)
Para Beiras & Cantera, (2012) la primera narrativa que presenta el hombre violento es que considera a la violencia que ejerce como algo justificado, aceptado, permitido y necesario entre hombres, como un juego de dominio y fuerza para demostrar quién es el más fuerte, el más temido y respetado. Y aunado a lo anterior su relato se colude y es confirmado, ratificado y evaluado a su vez por otros hombres.
Por tanto, la práctica de la externalización como herramienta de la terapia narrativa “inadecuadamente” utilizada en personas que ejercen violencia separa el problema de la persona y lo coloca como algo fuera de su dominio, ello brinda al agresor la posibilidad de coludirse y no responsabilizarse. Lo anterior representa un riesgo para la víctima en el caso de la violencia severa o extrema y ello puede afectar su integridad física e incluso poner en riesgo su vida, por lo cual se sugiere regular la práctica de la externalización dentro de la intervención psicológica.
Hombres que ejercen violencia de pareja
A diferencia de hace algunas décadas, la violencia de pareja supone un atentado a la dignidad de la persona que la padece, especialmente mujeres, niñas, niños y personas adultas mayores. La violencia afecta a la integridad psicológica y física, así como al derecho humano a una vida libre de violencia. Es primordial considerar a la violencia como un problema para poder abordarlo y comprenderlo, por tanto, es necesario definir qué es violencia, lo cual no es tarea fácil; sin embargo, apoyarse en un órgano de referencia a nivel internacional como la Organización Mundial de la Salud brinda confianza al retomar una definición respaldada y sustentada por un organismo de tal envergadura.
La OMS define a la violencia como: “El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”. Es decir, hoy se sabe que la violencia no sólo son golpes o lesiones físicas, la violencia también es ignorar y menospreciar los sentimientos, deseos u opiniones de las personas. (OMS, 2002)
En la actualidad se considera que la violencia es un grave problema de salud pública, lo cual fue declarado por la OMS en 1996 y a pesar de que violencia afecta a las diferentes etapas de la vida de las personas y se presenta en ambos géneros, muchos estudios han revelado la magnitud, trascendencia y vulnerabilidad de la violencia contra las mujeres en el mundo. (OMS, 2002). Para este texto consideraremos que violencia contra las Mujeres es “cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público”. (LGAMVLV, 2016)
En México existe suficiente evidencia que habla de este grave problema, desde el año 2003 diversas encuestas a nivel nacional así lo han demostrado y recientemente los resultados arrojados por la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) estimaron que de los 46.5 millones de mujeres de 15 años y más que residen en México, 30.7
millones (66.1 %) han padecido al menos un incidente de violencia psicológica, económica, física, sexual o discriminación en México. (ENDIREH, 2016) estas cifras entre muchos otros datos colocan a esta problemática en las agendas públicas de nuestro país para detonar las acciones que atiendan y frenen su avance y efectos.
Es importante mencionar que en la génesis de la violencia una cultura patriarcal proporciona ciertas características a los hombres que ejercen violencia contra las mujeres aun cuando no lo reconozcan, entre ellas tenemos que existe una concepción sexista, misógina y homofóbica en sus relaciones, lo anterior se observa en la forma que tienden a ejercer el control y la dominación de quienes considera inferiores, especialmente las mujeres, personas adultas mayores, niñas y niños, así como personas con orientación sexual diferente a la heterosexual. Algunos autores refieren que cuando el hombre se percibe que es amenazado, se siente sin poder o ha perdido el control de la situación, busca reafirmación y utiliza medios rápidos disponibles como lo es la violencia, la cual le brinda una vivencia temporal de “poder o superioridad”. (Vargas, 2010)
Entre las acciones que nuestro país ha realizado para combatir este problema, vemos que en el año 2007 se publicó en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), 2007 que tiene por objeto establecer la coordinación entre la Federación, las entidades federativas, el Distrito Federal y los municipios para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, así también, establecer los principios y modalidades para garantizar su acceso a una vida libre de violencia, que favorezca su desarrollo y bienestar conforme a los principios de igualdad y de no discriminación, así como garantizar la democracia y el desarrollo integral establecidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Entender a la violencia como un acto que provoca daño, específicamente el acto dirigido a las mujeres, sólo por el hecho de serlo, requiere acciones eficaces y concretas para detenerlo y una ley no es suficiente, se requiere que las y los psicólogos conozcan la importancia y efectos de los modelos o enfoques terapéuticos que utilizan, por ende el presente texto busca convencer de que, dentro de la terapia narrativa como abordaje terapéutico, la práctica de la externalización como herramienta terapéutica puede poner en riesgo a las víctimas de violencia si no se trata adecuadamente.
A continuación, se mencionará, en primer lugar, en qué consiste la terapia narrativa y sus usos, en segundo lugar, el uso de la externalización como herramienta terapéutica, sus bondades y debilidades y, por último, cómo es que la externalización interviene para asumir o no la responsabilidad en los hombres que ejercen violencia contra sus parejas.
Generalidades de la Terapia Narrativa
Es importante contextualizar este tipo de terapia; para ello iniciaré con Michael White y David Epston quienes fueron los creadores de la Terapia Narrativa a principios de los años 80´s y que para Michael White este enfoque más que «posmoderno» ha preferido llamarlo «postestructuralista». Tarragona refiere que el enfoque narrativo contrasta con la mayoría de las teorías de la personalidad y escuelas de psicoterapia modernas, que provienen de una tradición estructuralista donde existen estructuras subyacentes que no podemos observar, sino que sólo podemos ver sus manifestaciones externas o superficiales.
Ella refiere que para White la propuesta de la terapia narrativa es pensar en historias con descripciones ricas, densas o gruesas e historias con descripciones frágiles, simples o delgadas. Cuanto más «densa» sea una historia, más posibilidades abrirá para la persona que la vive. Los precursores de este modelo creen que la gente se enfrenta a dificultades cuando vive con «historias dominantes» que están «saturadas de problemas». Estas historias dominantes son restrictivas, no abarcan partes importantes de la experiencia de las personas y/o las llevan a llegar a conclusiones negativas sobre su identidad.
Varios autores consideran que la deconstrucción de un problema en la Terapia Narrativa se ve como el «desarmar» cuidadosamente las creencias y prácticas de la cultura que están sosteniendo y ayudando al problema y a la historia dominante. La terapia narrativa ha desarrollado un estilo de trabajo claro que consta de diferentes prácticas o tipos de conversación entre clientes y psicoterapeutas, tales como las conversaciones apoyadas de la práctica de la externalización, la identificación de «acontecimientos extraordinarios», el uso de preguntas del «Panorama de la Acción» y el «Panorama de la Identidad» y el uso de documentos terapéuticos principalmente.
Además, es importante mencionar que la terapia narrativa es descrita como un proceso de re-escribir las historias que constituyen nuestra identidad llama a las conversaciones terapéuticas «conversaciones de re-autoría». (Tarragona, 2006)
La intervención en un espacio psicoterapéutico moderno donde el terapeuta utiliza técnicas encaminadas a tratar al paciente, es cuestionado por este modelo que al no ser estructurado, brindar apoyo a clientes en lugar de nombrarlos pacientes y realiza un abordaje conversacional utilizando herramienta más que técnicas rígidas; coloca a este enfoque en una forma de abordaje que cuestiona el poder en las relaciones interpersonales de todo tipo incluidas la de terapeuta- cliente, y le permite al cliente una mirada diferente de su problema, y esta misma comprensión afecta las acciones del terapeuta y los efectos de las herramientas propias del modelo, en específico la externalización que a continuación revisaremos.
La externalización en el proceso terapéutico
Como ya se había mencionado, la externalización es una práctica, de la cual se apoya este modelo y una de las características que distinguen al enfoque es la manera en la que se habla de los problemas, de hecho, se piensa en los problemas como algo separado del cliente, algo externo a la persona, pero que está afectando su vida, siendo más una actitud durante el proceso más que como una técnica. Cuando la gente empieza a hablar de sus problemas como entidades separadas, como algo que está colocado afuera, la persona siente una diferencia casi inmediata.
Con frecuencia reportan que externalizar los problemas les ayuda a ponerlos en perspectiva, a sentirse menos culpables y a sentir que pueden hacer algo para solucionarlos. Para Alice Morgan citada en Tarragona, 2006 las conversaciones exteriorizadas constan de los siguientes pasos: nombrar al problema, explorar los efectos del problema sobre la vida de la persona y «deconstruir» o poner en contexto el problema. Este lenguaje externalizador transmite implícitamente, que el problema «tiene efectos sobre» la vida de la persona, en lugar de «ser parte de» ella. Un ejemplo, el terapeuta no dice «ustedes estaban estresados», sino «el estrés los afectó a ambos».
El lenguaje se utiliza a lo largo de toda la terapia, su objetivo es ayudar a la persona a distanciarse de sus problemas y a concebirlos como producto de las circunstancias y los procesos interpersonales, no de su «personalidad». De acuerdo Pyne, 2002 no se emplea la externalización para referirse a acciones perjudiciales o abusivas. A éstas se las llama por su nombre: «Te maltrató durante mucho tiempo», o si la persona es la causante del maltrato, «La maltrataste durante mucho tiempo».
Asumir la responsabilidad versus externalización de la violencia
Para ello Castillo & Cols, 2012, la externalización es la forma que se construyen las conversaciones, pero cabe preguntarse ¿Qué se puede externalizar?, estos autores consideran que se pueden externalizar sentimientos: la culpa, el miedo, los celos, los problemas entre las personas: las peleas, las culpas, los conflictos, el discutir, también la cultura y prácticas sociales tales como laculpabilidad a las madres, la culpabilidad de los padres, la dominancia heterosexual, el racismo y creencias o metáforas: “la pared de resentimiento”, “el bloqueo”, “la ola de desesperanza”.
Y para Pyne, 2002 se pueden externalizar las creencias que «justifican» el maltrato como puede ser la siguiente frase «Te dominaba la creencia de que la violencia es aceptable» y es importante hacer visibles las prácticas sociales que promueven, sostienen y nutren al problema, resaltar la diferencia, cuestionar las nociones de “normas”, hacer visible las prácticas discriminatorias y sus efectos en las personas.
No obstante, desde mi punto de vista, es importante considerar que algunos modelos modernos como la terapia cognitiva y cognitivo-conductual buscan detener el ejercicio de la conducta violenta e identificar las cogniciones que justifican la práctica de esta y consideran que no debe darse espacio al ejercicio de la violencia por ninguna causa.
En este sentido el modelo cognitivo-conductual es apoyado por la LGAMVLV 2016, la cual establece que los modelos para la atención de la violencia de las mujeres víctimas de violencia y de los agresores o generadores de violencia deben ser brindados considerando los siguientes aspectos:
Para el caso del agresor los servicios reeducativos tienen como fin erradicar las conductas violentas a través de una reeducación que elimine los estereotipos de supremacía masculina y los patrones machistas que sostienen el comportamiento violento; es decir un abordaje desde la Teoría género sensitiva.
Y en el caso de la víctima se debe evitar los procedimientos de mediación o conciliación, por ser inviables en una relación de sometimiento entre el agresor y la víctima, además tendrán que favorecer la separación y alejamiento del agresor con respecto a la víctima.
La terapia narrativa y sus prácticas o herramientas terapéuticas son cuestionadas por los modelos terapéuticos tradicionales, principalmente por su falta de estructura. De tal manera que desde la mirada de las instancias procuradoras de justicia se prefiere optar por modelos que eviten tener a la víctima y al agresor de forma conjunta y revictimizar a la mujer, debido a que algunos investigadores han observado que el hombre violento considera a la violencia que ejerce como algo justificado, aceptado, permitido y necesario entre hombres y para reafirmar su masculinidad.
Además, desde el sistema patriarcal los agresores consideran a la violencia como un juego de dominio y fuerza para demostrar quién es el más fuerte, el más temido y respetado entre sus pares.
Y aunado a lo anterior su relato se colude y es confirmado, ratificado y evaluado por otros hombres. (Beiras & Cantera, 2012)
Por tanto, la terapia narrativa nos brinda una forma de abordaje a través de sus diferentes herramientas. Sin embargo, es necesario puntualizar que entre estas herramientas encontramos a la “externalización”, la cual al utilizarla “inadecuadamente” coloca a la violencia como algo fuera o externo a la persona, lo anterior pueden interpretarse o entenderse en este caso como algo fuera del “control” del agresor, ello le brinda la posibilidad de coludirse y no responsabilizarse de sus actos. Al respecto algunos autores como Pyne, 2002 sugieren no externalizar la violencia, ni su práctica y proponen que es posible externalizar más que la violencia en sí, las creencias que la perpetúan y los efectos generados tanto en la víctima(s) como en la persona que la ejerce, lo anterior debido a que representa un peligro para la mujer que está viviendo violencia severa o extrema, al poner en riesgo su integridad psicológica y/o física.
Referencias
Organización Mundial de la Salud. (2002). Informe mundial sobre la violencia y la salud: resumen. Washington, D.C., Organización Panamericana de la Salud, Oficina Regional para las Américas.
Vargas, J. (2010). Psicología del hombre que ejerce violencia contra la pareja y la familia. El Cotidiano, 53-60.
Tarragona, M. (2006). Las terapias posmodernas: una breve introducción a la terapia colaborativa, la terapia narrativa y la terapia centrada en soluciones. Psicología Conductual, Vol. 14, Nº 3, 2006, pp. 511-532
Beiras, A. & Cantera, L. (2012) Narrativas Personales, Construcción de Masculinidades – Aportaciones para la Atención Psicosocial a Hombres Autores de Violencia. PSICO, Porto Alegre, PUCRS, v. 43, n. 2, pp. 251-259.
Ibaceta, F. (2004). Hombres que ejercen violencia en la pareja: reflexiones de una experiencia de atención individual. Terapia Psicológica, 22 157-164.
White, M. & Epston, D. (1993). Medios narrativos para fines terapéuticos. Barcelona, España, Editorial Paidós. Recuperado de: https://mmhaler.files.wordpress.com/2010/06/medios-narrativos-para-fines-terapeuticos2.pdf
Castillo, I., & Ledo, H. & Del Pino, Y. (2012). Técnicas narrativas: un enfoque psicoterapéutico. Narrative methods: a psychotherapeutic visión. Norte de salud mental, vol. X, nº 42: 59-66.
Payne, M. (2002). Terapia narrativa: Una introducción para profesionales. Editorial: Paidós, Barcelona. pp. 266. Recuperado de: http://www.ub.edu/hsctreballsocial/sites/default/files/pdfs/casos-practics/terapia_narrativa_1.pdf
Diario Oficial de la Federación. (2016). Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Recuperado: http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=4961209&fecha=01/02/2007